Pensar en Madrid
Ángel Luis Lara, Nacho Murgui, Jacobo Rivero (sociólogo, participante en el movimiento vecinal y periodista respectivamente).
Los resultados del 25M han
cambiado muchas perspectivas entre ‘las gentes de izquierdas’ que
andaban dando vueltas a la cuestión de la gobernabilidad. Quizá una de
las más interesantes sea que para ‘ganar’ hacen falta muchas dosis de generosidad, de trabajo riguroso y de audacia. Cuestiones que no parecían estar entre las prioridades
de buena parte de las iniciativas que desde hace un tiempo gravitaban
en torno a lo que podríamos llamar la ‘cuestión electoral’. Muy al
contrario, la sensación que algunos teníamos es que, en la construcción
de un posible cuerpo común, cada uno quería salir mejor que el de al lado en la fotografía.
Cuestiones de ego aparte, lo cierto es que así era imposible llegar a
algo que no fuera ocupar el lugar simbólico de opositor recurrente.
Pero la ilusión difusa por las perspectivas de futuro que se abren
tras los resultados de Podemos en el 25M, también de IU y de Primavera
Europea, así como los porcentajes que señalan algunas encuestas para
convocatorias futuras, han movido el tablero institucional, también dentro de las filas de las propuestas electoralistas más apegadas a la calle.
Más allá de la fotografía final y la colocación de siglas y puestos,
parece que la centralidad del debate debería ser –o eso creemos
nosotros– el proyecto que se quiere proponer a la ciudadanía. Cuestión
que no es menor, al contrario, es indispensable para transformar el
sumidero al que nos ha arrastrado el Partido Popular en sus casi 30 años
de gobierno en Madrid, dando vida entre todos a la posibilidad de
construir una ciudad viva, dinámica, ecológica, sugerente, abierta y
activa. Dicho esto sin colorantes ni edulcorantes, tampoco con mochilas
cargadas de ideología.
Pero también será importante hablar de dónde se colocan los movimientos sociales respecto a estas propuestas,
por eso de no repetir sinfonías conocidas de clientelismo y
aniquilación del tejido reivindicativo. Parece probable que en Madrid,
como en Barcelona, surja una iniciativa que pueda, desde la movilización
democrática y desde las urnas, favorecer un cambio político. Parece
también que hay sinergias para que los distintos actores políticos no pongan como prioridad llegar el primero sino llegar juntos.
Suena como posible, y creíble, que la generosidad y el respeto sean los
elementos que presidan esas iniciativas, que el común se imponga sobre
las particularidades de cada familia, grupo y tribu. Se escuchan con
fuerza conceptos que además se presuponen como nuevos atractivos a la
hora de proponer esta cooperación política: servir y no servirse,
construir y no destruir, proponer y no imponer, bajar y no subir... En definitiva, mandar obedeciendo. Cuestiones que no deberían ser palabrería,
sino que tienen que formalizarse y articularse. Existen ejemplos de
cómo se puede gobernar de otra forma desde lo local que no están “ni en
montañas lejanas ni en desiertos remotos”.
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