Los hipsters y las músicas de Podemos - Jacobo Rivero - Artículo en Diagonal
Hace
años la policía solía identificar a gente por las pintas. Era algo habitual:
jóvenes de estética punk, heavy o hippy podían ser puestos contra la pared y
cacheados. El trato habitualmente era degradante, al fin y al cabo esos jóvenes
a los ojos de la autoridad eran “marginados”, “pasotas” o “drogatas”. El
paradigma de entonces a la hora de habitar las calles y sus conflictos
cotidianos ha cambiado. De los sujetos antisociales no queda apenas ninguna
subcultura, aquello que se decía en Malas Calles de Scorsese de “los
pecados no se redimen en la Iglesia, se redimen en las calles” suena, en lo que
se refiere a bandas estéticas, a prehistoria suburbial. No se atisban en el
horizonte peleas entre mods y rockers, y pocos se acuerdan de La banda del francés
que aterrorizó Malasaña en la segunda mitad de los ochenta. Hoy, los chavales
de diente partido habitan escenas como el hip hop y los chavs son sospechosos por la esquina que ocupan en el
barrio, no por su indumentaria. El actual pintas podría ser directivo de una
multinacional.
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