'Moro'
Jacobo Rivero
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Miguel Romero "Moro". Foto: Anticapitalistes.net |
“¿Qué pasa chaval?”. Creo que Moro siempre nos saludó así.
Fue a partir de 1989 que lo conocí, y han sido estos últimos (veinte) años en
los que más lo he disfrutado. Miguel
Romero era un sujeto político en sí mismo, no como referencia altiva, sino como
ejemplo de seducción humana, en el mejor sentido del término.
Hace unas semanas me lo encontré en la Plaza de Lavapiés. Los dolores era un
tema de conversación que irremediablemente llevaba a otros: los libros, el
Barça, su última visita a Roma, los cansancios, las ilusiones. Lo que no
faltaba en la conversación era un recorrido por las conspiraciones políticas,
en el sentido que propagó Radio
Alicia es el Diablo a finales de la década de los setenta, como
forma de “respirar colectivamente”. Así era siempre con Moro, también cuando le
iba faltando el aire: Su reflexión inclusiva era el motivo de su discurso, de
su gesto, de su saludo.
Así era
siempre con Moro, también cuando le iba faltando el aire: Su reflexión
inclusiva era el motivo de su discurso, de su gesto, de su saludo. Un argumento válido al hablar de los
compañeros de viajes que se marchan o se tienen que marchar es señalar su
“generosidad”. El concepto es complejo, toda vez que a veces se relaciona
únicamente con los grados de implicación, discutibles en cuento al motivo y las
percepciones. No es el caso. La “generosidad” de Moro era en buena parte por la
pedagogía que transmitía su forma de ser y estar. También de replantearnos
nuestro hacer, empezando por él mismo. “Si esto lo hubiéramos pensando hace...
no sé... 35 años... nos habría ido mejor”, me comentó hace relativamente poco.
No era un lamento, era una voluntad por saber mirar atrás sin mayor angustia
que la de seguir avanzando, al fin y al cabo, el camino de la Revolución nadie
dijo que fuese fácil. Mucho menos si se decide transitar, para suerte de los
que le acompañan, despacito y con minúscula. La única forma, coincidíamos, de
caminar seguros y con buen pie.