lunes, 24 de noviembre de 2014


 Los hipsters y las músicas de Podemos - Jacobo Rivero - Artículo en Diagonal

Trabajo de Quetzal Hernandez
Hace años la policía solía identificar a gente por las pintas. Era algo habitual: jóvenes de estética punk, heavy o hippy podían ser puestos contra la pared y cacheados. El trato habitualmente era degradante, al fin y al cabo esos jóvenes a los ojos de la autoridad eran “marginados”, “pasotas” o “drogatas”. El paradigma de entonces a la hora de habitar las calles y sus conflictos cotidianos ha cambiado. De los sujetos antisociales no queda apenas ninguna subcultura, aquello que se decía en Malas Calles de Scorsese de “los pecados no se redimen en la Iglesia, se redimen en las calles” suena, en lo que se refiere a bandas estéticas, a prehistoria suburbial. No se atisban en el horizonte peleas entre mods y rockers, y pocos se acuerdan de La banda del francés que aterrorizó Malasaña en la segunda mitad de los ochenta. Hoy, los chavales de diente partido habitan escenas como el hip hop y los chavs son sospechosos por la esquina que ocupan en el barrio, no por su indumentaria. El actual pintas podría ser directivo de una multinacional.



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